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Alerta Spoiler What Remains of Edith Finch

Publicado el 21 abril 2021 - ¡Alerta Spoiler!

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Cuando estábamos escribiendo el blog sobre Conflictos Familiares nos acordamos de un videojuego que trata sobre distintos aspectos de relacionarse en familia: What Remains of Edith Finch.

La premisa del juego es sencilla: Edith Finch vuelve a casa de su familia para repasar el árbol genealógico familiar. A través de distintas escenas vamos reviviendo como si fueran flashbacks los últimos momentos de vida de los distintos miembros de la familia.

What Remains of Edith Finch abarca muchas temáticas: la ansiedad, la paranoia, la adicción, la maternidad y la paternidad, el papel que desempeña cada miembro de la familia en la historia familiar y, sobre todo, el poder de la herencia.

La historia de los Finch está marcada por una trágica maldición que persigue a los miembros de la familia. La mayoría de sus miembros encuentran la muerte de forma prematura. Desde el momento en el que el bisabuelo emigra a América con la esperanza de que allí la maldición de los Finch no se cumplirá, la familia se establece en torno a una casa que crece y crece conforme van naciendo generaciones de Finch.

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Y, reuniéndolos a todos, esta la bisabuela Edie, que impertérrita sobrevive a los miembros de su familia. Por alguna razón, la bisabuela no encuentra un destino aciago.

What Remains of Edith Finch habla de cómo, a veces, «heredamos» aspectos que no van en los genes. No existe una predisposición genética heredable por la cuál las personas tengamos más probabilidades de morir jóvenes en circunstancias de mala suerte, como les sucede a los Finch.

Existe un concepto en Psicología que alude a cómo, cuando creemos que determinadas circunstancias deben de suceder, nos predisponemos psicológicamente para favorecerlas. Este fenómeno se denomina el de profecía autocumplida.

Los miembros de la familia Finch se abocan al fracaso porque «creen» en la maldición. EL establecimiento psicológica de esa regla, facilita que determinados aspectos de sus vidas se etiqueten como trágicos e impuestos por la suerte, facilitando que se enfrenten a sus vidas con tragedia y mala suerte.

Si creo en la maldición, me comporto como si hubiera una maldición y, por tanto, viviré situaciones de mi vida como si fuera producto de esa maldición.

Y ver que, efectivamente, los miembros de la familia Finch sucumben a la mala suerte, refuerza la idea de que efectivamente existe tal maldición.

Sin embargo, la bisabuela sobrevive y no sucumbe a la supuesta maldición. Y no es precisamente porque no crea en ella. Vivir como que no hay maldición puede provocar el mismo resultado: al pensar no que hay tal cosa como la suerte me puede volver descuidado, impetuoso y temerario, facilitando que muera a manos de la misma suerte. Lo que en ocasiones denominamos «ironías del destino».

Así, la bisabuela acepta que la maldición es una expresión de los miedos de la familia y vive a pesar de que pueda existir la maldición. No la busca por las esquinas de su vida, agazapada para hacerla infeliz.

La bisabuela vive su vida en su totalidad, con las cosas buenas y con las cosas malas, las experimenta todas y les hace frente y procura que los miembros de su familia hereden esa visión plena de la vida.

Pero claro, a veces preferimos creer que la fuente de nuestro sufrimiento es fruto de las maldiciones familiares.

La ilustración es de nuestra directora de arte Laura Calvo.