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Coaching por qué no hay que confundirlo con psicología

Publicado el 1 diciembre 2025 - Sin categoría

que es el coaching

En los últimos años, la popularidad del coaching ha ido en aumento. Cada vez más personas buscan la ayuda de un coach o se forman para convertirse en uno, atraídas por la promesa de lograr sus metas y mejorar su vida. Sin embargo, es común que se confunda cuál es realmente el papel de un coach, qué beneficios reales puede ofrecer y cuáles son sus límites. En este blog te explicamos qué es y qué no es el coaching, en qué se diferencia de la psicología y cuáles son los riesgos de confundir ambas disciplinas.

Es un método enfocado en el desarrollo personal y profesional del cliente. Consiste en guiar y entrenar a una persona o a un grupo para alcanzar objetivos concretos o desarrollar habilidades específicas. Su finalidad es ayudar a los clientes a lograr metas como mejorar sus capacidades de liderazgo, gestionar mejor su tiempo o definir sus objetivos profesionales.

Este proceso parte de la idea de que la persona ya tiene dentro de sí misma lo que necesita para lograr sus metas, y que el trabajo del coach es ayudarle a descubrir y usar ese potencial. El procedimiento se basa normalmente en definir qué quiere conseguir el cliente, hacer un plan de acción para lograrlo y revisar los avances en cada sesión.

Suele centrarse en temas como la definición y el logro de metas personales o profesionales; la mejora del rendimiento laboral; la organización del tiempo y gestión de prioridades; y el desarrollo de habilidades sociales o de liderazgo.

Aunque se basa en conocimientos de la psicología, el coaching no es una ciencia en sí misma. Es un método de acompañamiento, pero no tiene una base científica sólida como las ciencias sociales o de la salud. A diferencia de estas, el coaching no está validado con estudios o investigaciones. Muchas de sus técnicas se basan en la experiencia o en el sentido común, más que en pruebas científicas que demuestren que realmente funcionan.

El coaching no es una profesión regulada dentro del sistema de salud ni está reconocida como profesión sanitaria. Es decir, un coach no forma parte del ámbito clínico ni puede intervenir legalmente en problemas relacionados con la salud mental o física de las personas. Por eso, un coach no está autorizado ni capacitado para diagnosticar, tratar o intervenir en trastornos mentales, ni para abordar situaciones de riesgo psicológico. 

Coaching y terapia son cosas distintas. La terapia está enfocada en aliviar el malestar emocional, tratar trastornos mentales, explorar experiencias pasadas y ayudar a entender patrones de pensamiento o comportamiento que causan sufrimiento. Está basada en teorías psicológicas validadas y la ejerce un profesional con titulación y habilitación oficial. 

En la mayoría de países, incluido España, cualquier persona puede declararse coach, aunque no tenga un título oficial ni esté registrada en un colegio profesional. Existen algunas certificaciones, como las que ofrecen la International Coaching Federation (ICF) o Asesco en España, pero no son oficiales ni obligatorias por ley. Esto significa que no hay un control real sobre quién puede ofrecer servicios de coaching, ni sobre la calidad de lo que hace.

Hay coaches con formaciones universitarias en psicología, educación o empresa, que pueden tener una buena base teórica y ética. Pero también hay personas sin estudios específicos que ofrecen coaching sin conocer bien cómo funciona la mente humana, cómo manejar temas emocionales o cuándo es necesario derivar a un psicólogo.

La terapia tiene como objetivo aliviar el malestar emocional, tratar trastornos psicológicos, mejorar la salud mental y promover el bienestar a través de la comprensión del mundo interno del paciente. En cambio, el coaching se enfoca en ayudar a la persona a lograr metas concretas relacionadas con el desarrollo personal o profesional, como mejorar el rendimiento laboral, tomar decisiones o desarrollar habilidades. No busca “sanar”, sino impulsar el crecimiento y el logro de objetivos.

El coaching se centra en el presente y el futuro, trabajando en la definición y consecución de objetivos sin profundizar en el pasado del cliente. La psicología sí trabaja con el pasado para comprender el origen de las dificultades del paciente y poder transformar esos conflictos.

Si una persona sufre emocionalmente, tiene ansiedad o tristeza constante, pensamientos negativos o conflictos internos complejos, debe acudir a un psicólogo. En cambio, si está emocionalmente estable y lo que necesita es clarificar metas, tomar decisiones o mejorar su rendimiento, puede considerar un proceso de coaching, siempre con alguien cualificado.

En terapia, es esencial crear un buen vínculo terapéutico o rapport que permita una relación neutral, segura y profesional. El psicólogo mantiene ciertos límites y sigue un marco ético claro para proteger al paciente. En el coaching, la relación suele ser más abierta, flexible e informal, generalmente menos estructurada y con menos garantías en cuanto a control y fiabilidad.

​​Como los coaches no están necesariamente formados bajo un código deontológico ni han aprendido a desarrollar una relación terapéutica adecuada, muchas veces generan dinámicas de dependencia – en la mayoría de los casos, de forma no intencional. Por ejemplo, pueden pensar: “esta persona está sufriendo, así que la voy a llamar todos los días”, lo cual no es saludable. A veces, incluso, adoptan roles excesivamente paternalistas, posicionándose como figuras de autoridad casi guruescas o idealizadas, lo que puede reforzar aún más esa dependencia.

Un psicólogo debe estudiar varios años en la universidad (grado, máster y en ocasiones una especialización), ha hecho prácticas con supervisión y sigue aprendiendo continuamente. Algunos coaches pueden tener formación en psicología, pero no es lo habitual. Hay quienes solo han hecho cursos cortos en coaching o directamente no poseen ningún tipo de formación. 

Los psicólogos deben contar con una formación universitaria oficial, estar colegiados y seguir un código ético profesional. Además, existen leyes que protegen al paciente y regulan la práctica clínica. En cambio, como ya hemos comentado, cualquiera puede llamarse coach sin estudios específicos ni supervisión profesional. Aunque existen certificaciones privadas, no son obligatorias ni están avaladas por el sistema público. 

que es el coaching

Confundir el coaching con la psicología puede tener varios riesgos y consecuencias graves para la salud mental de una persona: 

El coaching no está diseñado para tratar trastornos emocionales o psicológicos como pueden ser la depresión o la ansiedad, entre otros. Si una persona acude a un coach cuando realmente necesita un psicólogo, no va recibir el tratamiento adecuado. Los síntomas psicológicos o emocionales no van a ser tratados ni resueltos, por lo que podrían incluso intensificarse al no recibir la atención correcta.

El coach, al no tener formación clínica, no está capacitado para detectar ciertas señales de peligro como pensamientos suicidas, síntomas de abuso emocional o físico, presencia de trastornos psicológicos, etc. Si una persona en crisis se siente únicamente acompañada por un coach, puede no recibir la ayuda que necesita en un momento crítico, poniéndola así en grave peligro.

En el coaching, es común escuchar frases como “todo depende de ti” o “si te esfuerzas lo suficiente, todo es posible”. Aunque estas expresiones pueden ser motivadoras, también pueden generar frustración o sensación de fracaso si una persona no logra sus metas debido a factores fuera de su control, como problemas de salud mental o circunstancias externas. Esto puede aumentar la ansiedad y ejercer una presión innecesaria sobre la persona.

El coaching se centra en el presente y el futuro, pero si una persona tiene conflictos emocionales no resueltos del pasado, como traumas o problemas familiares, estos pueden seguir afectando su bienestar. El psicólogo, por otro lado, trabaja también con el pasado para ayudar a la persona a comprender el origen de sus dificultades y sanarlas. Si se confunden ambas disciplinas, se corre el riesgo de no abordar el verdadero problema y que este continúe afectando a la persona.

Mientras que los psicólogos están sujetos a un código ético estricto y leyes que protegen la confidencialidad y el bienestar del paciente, el coaching no tiene regulaciones claras ni una supervisión profesional constante. Esto puede llevar a situaciones donde la información personal del cliente se maneje de forma inapropiada, o incluso en casos extremos, se abuse de la confianza del cliente. Si el coach no sigue unos principios éticos sólidos, esto podría generar daño emocional o psicológico a largo plazo.

El coaching está centrado en el compromiso y la motivación, pero algunos coaches pueden llegar a ser demasiado insistentes en que el cliente logre ciertos objetivos sin tener en cuenta su estado emocional o mental. Esto podría provocar un agotamiento emocional y una sensación de fracaso si no se logran los objetivos, afectando la autoestima y el bienestar general de la persona. 

Si tienes objetivos profesionales específicos y te encuentras en un momento emocionalmente estable, el coaching puede ayudarte a clarificar estos objetivos y a desarrollar un plan de acción.

El coaching puede ser útil para trabajar en habilidades como la comunicación, la gestión del tiempo o el liderazgo, siempre que no se requiera una intervención psicológica profunda.

En contextos laborales, puede ayudar a mejorar el rendimiento y a establecer estrategias para el crecimiento profesional, siempre que se mantenga dentro de los límites de su competencia.

Si estás enfrentando dificultades emocionales, problemas de salud mental o necesitas apoyo psicológico, es fundamental acudir a un psicólogo o profesional de la salud mental debidamente formado y acreditado. El coaching puede ser una herramienta complementaria en ciertos contextos, pero nunca debe sustituir la atención psicológica profesional.

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