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Los esfuerzos que hacemos por controlar

Publicado el 3 febrero 2021 - Esfuerzos

controlar el control

Si llevas tiempo siguiendo nuestro blog o nuestro Instagram, habrás visto que hablamos mucho de nuestras emociones, de nuestros pensamientos y, sobre todo, de las cosas que hacemos. De los esfuerzos que hacemos para determinadas cosas, del control que intentamos ejercer sobre todas ellas. Hoy queremos hablar de controlar el control, de los esfuerzos que hacemos por controlar.

Cuando sentimos preocupación, o sentimos emociones como la ansiedad, se activa el sistema atencional para focalizar nuestros esfuerzos atencionales en lo que nos preocupa y lo que nos pueda estar produciendo ansiedad. Cuando esta activación se prolonga, se instaura un estado que denominamos de hipervigilancia.

La hipervigilancia

La hipervigilancia es un estado psicológico de búsqueda constante de potenciales amenazas. Viene acompañada de estrés y agitación y nos mantiene en un estado de alerta permanente.

Estamos pendientes a cualquier pensamiento, cualquier sensación, cualquier emoción que pueda anunciar que va a aparecer lo que nos preocupa o nos da miedo o ansiedad.

Sin embargo, ¿qué pasa si lo que me da miedo, ansiedad o preocupa es el propio miedo, la propia ansiedad o el pensamiento de preocupación?

Nos volvemos hipervigilantes de la hipervigilancia. Ponemos todo nuestro esfuerzo en controlar lo que nos pasa por la cabeza o lo que sentimos.

Esta situación, prolongada en el tiempo, amontonando esfuerzos por controlar lo que nos pasa (casi siempre sin resultado), acaba por ponernos en un estado de intentar controlar el control.

Si nos dicen:

No pienses en ello.

Tampoco es para tanto. No te ralles.

Pues si tanto te preocupa haz algo.

Ponle remedio.

Haz otra cosa, distráete.

Piensa en otra cosa.

No deberías sentirte así.

Mira el lado positivo.

Tampoco es para tanto.

Dale tiempo.

Lo que escuchamos es que tienes que ejercer más control sobre lo que piensas y sientes.

Controlar el control

Resulta sorprendente que sigamos aconsejando este tipo de cosas cuando, el que más o el que menos, hemos experimentado que, en casi todas las ocasiones, los esfuerzos que hemos hecho por intentar controlar lo que hemos pensado o sentido nos ha traído más preocupación y más sufrimiento.

Por lo tanto, lo que acabamos concluyendo es que no nos estamos esforzando lo suficiente por controlar lo que pensamos o sentimos. Ahí, es cuando empezamos a intentar controlar el control.

Estamos pendientes de intentar cambiar la forma en la que pensamos, la manera en la que sentimos. Como si pensar diferente hiciera que sintiéramos diferente.

Así, lo único que acabamos haciendo es perseguirnos a nosotros mismos en una carrera mareante en círculos.

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Ejemplo de control: la conducta de dormir

Un ejemplo muy habitual de este tipo de intentos por controlar el control es la conducta de dormir.

El otro día, en su consultorio semanal, a Berto Romero le mandaron un audio sobre que la conducta de dormir es la única que fingimos para hacerla. Os dejamos el link a la sección aquí. La consulta comienza sobre el minuto ocho.

Berto reflexiona que no nos dormimos de golpe, con absoluta conciencia e intención, «como si nos quitaran el wifi», porque sería contraproducente para la supervivencia. Y es cierto, si nos durmiésemos de golpe, sin esfuerzo, quedaríamos más expuestos a las amenazas.

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Por ello, cuando nos vamos a dormir, generamos ambientes de comodidad y seguridad. Sin embargo, si yo estoy preocupado por si me voy a dormir o no, por si mis emociones me van a permitir descansar o si me voy a pasar la noche dándole vueltas a la cabeza, convierto todo eso en amenazas. Y si hay amenazas, no me duermo.

Me pongo hipervigilante ante las señales de sueño: ya me empiezan a pesar los ojos, ya me noto el cansancio. Y entonces, me despierto. Porque, para darme cuenta de que me estoy durmiendo, tengo que estar despierto. Dormir es de las pocas conductas que hacemos sin ser conscientes de estar haciéndola.

Dormir implica dejarse llevar, no controlar, asumir y aceptar los estados que acompañan al sueño. Cuanto más intento controlar lo que siento y pienso para dormirme, más despierto y más atento voy a estar. Y cuando consiga darme cuenta de que estoy durmiéndome, me despertaré, porque tendré que darme cuenta de que he conseguido empezar a dormirme. Y vuelta a empezar.

Como con dormir, cuantos más esfuerzos hago por controlar lo que pienso y siento, y por controlar cómo los controlo, más esfuerzos hago en la dirección opuesta de lo que quiero conseguir.

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La ilustración, como es habitual, es de la artista Laura Calvo.