¿Sabías que la ansiedad no es mala?
Publicado el 5 marzo 2021 - #Conocimientos

La ansiedad no es mala. ¿Seguro? Sí, seguro. No es mala.
En consulta, en muchas ocasiones, hemos tenido una conversación como la anterior. Cuando decimos que la ansiedad no es mala, la persona que tenemos frente a nosotras abre los ojos con estupefacción y sorpresa.
¿Cómo que no es mala? ¿Estás segura? Yo me siento fatal cuando tengo ansiedad. Siento que me está pasando algo terrible. Eso no puede ser bueno, ¿no?
Ese tipo de frases y otras parecidas nos suelen contestar.
La ansiedad es una emoción y, como tal, experimentarla no es algo malo.
Experimentarla en situaciones de amenaza es una respuesta evolutiva y natural.
Sin embargo, experimentar situaciones como si fueran amenazantes y, por lo tanto, generadoras de ansiedad es resultado de un proceso psicológico del que sólo es capaz la especie humana.
Gracias a nuestra capacidad para valorar y evaluar lo que nos sucede podemos otorgar funciones muy diversas a cosas, personas y situaciones que de manera natural no tendrían.
De esta forma, cuando estamos experimentando ansiedad y nos sentimos tan mal podemos etiquetarla como mala o peligrosa y, paradójicamente, volverla más proclive a aparecer.

Si la ansiedad nos avisa de que una situación es potencialmente peligrosa y la etiquetamos como peligrosa, ¿no estamos aumentando el valor amenazante de la propia ansiedad y haciendo más probable que la experimentemos de forma intensa?
De esta forma, se suele plantear de forma opuesta que, si cuando siento ansiedad estoy mal, cuando estoy bien es porque siento tranquilidad. Y, en muchas ocasiones, cuando no estamos sintiéndola no necesariamente estamos sintiendo tranquilidad.
La tranquilidad o la relajación no es la ausencia de ansiedad. Son estados emocionales separados y no funcionan como dos caras de la misma moneda. Esa noción es puramente lingüística, una trampa del pensamiento.
Si nos dejamos guiar por esa noción, sólo me sentiré bien cuando me descubra no sintiendo ansiedad. Y puesto que me pondré alerta para buscar sus síntomas o signos y ya la habré etiquetado como amenazante, el mero hecho de mirar a ver qué estoy sintiendo puede convertirse en desencadenante de ansiedad.
Cuando todo lo que experimento lo etiqueto como potencial peligro, todo lo que etiqueto es peligroso. Y toda mi experiencia se vuelve una razón más para seguir etiquetando todo como peligroso. Porque, si lo siento, será verdad, ¿no?
No necesariamente. En muchas trastornos de ansiedad en los que utilizamos estrategias muy concretas para luchar contra ella, acaba dándose la paradoja de que esas mismas estrategias que nos deberían relajar se vuelven señales de que algo malo está pasando.
Porque, si tengo que echar mano de mis estrategias contra la ansiedad en este momento, debe de ser porque la estoy sintiendo de una forma muy fuerte y viceversa.
Todo esto provoca una espiral de lucha y confusión que se perpetúa con más y más ansiedad.
En cualquier momento de este proceso, acudir a terapia y plantear este tipo de problemas desde un enfoque de contextualismo funcional puede suponer comenzar a experimentarla de una forma natural, saludable y funcional.
Porque la solución no es dejar de sentirla, si no aprender a sentirla.
La ilustración del blog corre a cargo de la artista Laura Calvo.