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Pandemia y Salud Mental

Publicado el 15 abril 2021 - #Conocimientos - En la Prensa

pandemia y salud mental

Con motivo del Día Internacional del Beso, el periódico digital The Objective se puso en contacto con nosotros para preguntarnos por las consecuencias de la pandemia y salud mental.

Parte de lo que les comentamos lo han incluido en su artículo que puedes leer aquí. Sin embargo, no queríamos dejar pasar la ocasión de ampliar lo que dijimos en este blog, ahora que el debate sobre la salud mental en nuestro país está tan presente y existen muchas dudas sobre qué nos deparará el futuro.

¿Cómo ha afectado la pandemia y salud mental a la población general?

La pandemia nos ha puesto en contacto con situaciones de mucha incertidumbre. La necesidad de saber qué va a pasar es una característica muy humana y estar constantemente viviendo situaciones (tanto en televisión, como en redes sociales, etc.) que nos recuerdan lo frágil que es el futuro puede hacernos sentir mucha ansiedad y tristeza.

Nosotros en consulta hemos visto desde mucho miedo a enfermar y salir a la calle hasta una profunda tristeza por lo que se ha perdido.

Por supuesto, el miedo a la muerte de un familiar o de uno mismo supone mucho estrés, así como el miedo a perder el trabajo o que la situación económica o familiar se deteriore.

No poder quedar con la gente que queremos y las dificultades para mantener las relaciones sociales aumentan estas sensaciones de desesperanza y ansiedad. Ya no podemos relacionarnos con nuestros seres queridos de la misma forma que antes.

El constante recordatorio entre lo que fue y lo que ahora es, también implica una gran fuente de tristeza y preocupación. Hay una tendencia muy concreta a focalizar en todo aquello que se ha perdido y que parece que no se va a recuperar.

La ambigüedad constante en las informaciones que recibimos amplia estas sensaciones, generando aún más incertidumbre y dificultando la adaptación a esta situación.

Además, estas sensaciones suponen suspender de forma temporal los planes y objetivos a largo plazo. Parece que la pandemia nos obliga a rebajar nuestras expectativas y a reducir nuestros sueños.

Sin embargo, estas situaciones han supuesto recuperar la importancia tanto social como personal de la salud mental. Acude más gente a terapia y no necesariamente por la pandemia, sino porque esta situación y el confinamiento les ha permitido darse cuenta de cómo, en muchas ocasiones, damos por sentado que estaremos bien.

La búsqueda activa de ayuda psicológica, tanto profesional como el apoyo de nuestros seres queridos, es una de las consecuencias más positivas de esta trágica situación.

¿Cómo ha afectado el confinamiento?

Hemos descubierto que se nos había olvidado qué era aburrirse y cómo era sentirse solo. También, hemos experimentado el miedo a lo desconocido y a no poder predecir qué pasará. Hemos redescubierto cómo se sentía pasar tiempo con uno mismo y con las personas que convivíamos.

No hemos podido evitar conflictos que antes evitábamos. Hemos tenido que hacer frente a situaciones que, incluso, ni siquiera sabíamos que estábamos viviendo.

Nos hemos separado y nos hemos reencontrado. Hemos tenido que cambiar la forma en la que nos veíamos a nosotros mismos y a los demás. Nuestros vecinos podían contagiarnos en la cola del super o nosotros podíamos contagiar a nuestra madre o nuestro hijo al llegar a casa. Relacionarnos con otras personas y el miedo a contagiarlas ha generado mucha culpa.

El exterior se ha podido vivir a la vez como una amenaza y como la esperanza de una recompensa por seguir las normas.

El confinamiento nos ha impedido poder apartar la mirada de aquellas emociones que no nos gustaban o que no queríamos experimentar. El confinamiento nos ha obligado a sentirlo todo: la ansiedad, el miedo, la pérdida, la tristeza, la distancia, la soledad, la alegría, la tranquilidad, la calma, el reposo, etc.

¿Cómo afecta la falta de contacto a la gente?

No poder relacionarnos con los demás como antes, con la cantidad de contacto físico y la corta distancia social a la que estábamos acostumbrados, produce tristeza y sensación de pérdida y soledad.

Por ejemplo, no poder dar besos a nuestros amigos cuando quedamos o un abrazo cariñoso o consolador genera incomodidad, sensación como de que falta algo, de que estamos menos conectados.

En general, ligamos el contacto físico con la empatía: la gente que te comprende y valida cómo te sientes te abraza para consolarte o te pone una mano en el brazo o en la pierna en señal de reconocimiento.

También, tenemos muy relacionado tocarnos con querernos: si no te toco parece que te quiero menos que antes. Esto nos ha permitido convertir la palabra en la principal muestra de afecto.

Ahora, este tipo de interacciones, si se hacen, se viven con culpa, como una excepción peligrosa.

Sin embargo, también se han vuelto más valiosas: cuando alguien tiene una muestra de afecto físico de este tipo es porque sentimos que es más importante que el riesgo a contagiar.

Estas nociones modifican la forma en la que valoraremos el contacto físico en el futuro.

¿Cómo afecta la pandemia a la salud mental de niños y ancianos?

Las personas mayores tienen más dificultades para adaptarse a estos cambios.

Pueden sentir que en sus últimos años tienen más dificultades para recibir y expresar el cariño. Que esta situación les obliga a perder lo más preciado que tenían: el cariño, labrado durante años, de sus seres más queridos.

Además, hay mucho más miedo a la soledad (por tener que permanecer en casa) y al exterior (por contagiarse). Esta situación puede generar mucho estrés y confusión.

Es importante expresar el cariño a las personas mayores a través de la palabra, comunicándoles lo mucho que los queremos y brindándoles apoyo emocional a través de escucharlos y compartir sus miedos e inquietudes.

Los más pequeños pueden estar experimentando situaciones similares, pero desde el otro lado del espectro de edad: de golpe y porrazo la forma en la que se relacionaban se etiqueta como “mala o peligrosa”. Estas situaciones generan muchas emociones y necesitan de más explicaciones por parte de los adultos.

Esto implica que enseñemos a los más pequeños a expresar el afecto de formas diferentes: mirando más a los ojos, expresándose con palabras más concretas, identificando las emociones, normalizando el miedo o la incomodidad de llevar mascarilla, etc.

¿Cómo puede afectar a la población a largo plazo?

En primer lugar, durante un tiempo, seguiremos temiendo al virus incluso cuando ya no esté. Tardaremos un tiempo en readaptarnos a la normalidad.

Tras un repunte de euforia por salir de esta situación, nos daremos de bruces con las consecuencias de haber estado viviendo con incertidumbre y estrés tanto tiempo. Volver a la “normalidad” va a suponer un estrés añadido que puede acarrear consecuencias negativas sobre la salud mental.

Puede existir miedo a que la situación vuelva a empeorar, ansiedad ante el futuro o tener que volver a enfrentarnos a situaciones que “se nos han olvidado”.

Cuando volvamos a compartir espacios con mucha gente existe la posibilidad de que los vivamos con miedo y estrés, puesto que nos hemos “desacostumbrado” a vivir este tipo de situaciones, como por ejemplo discotecas, conciertos, festivales y otros espacios multitudinarios.

consecuencias psicologicas de la pandemia

¿Puede afectar a la forma de ser de las futuras generaciones?

Es pronto para poder afirmar los efectos de la pandemia y salud mental tendrá en las próximas generaciones.

Sin embargo, esta situación permite que los más jóvenes desarrollen mayor sentido de la responsabilidad y mayor tolerancia a la frustración. Fomentar la independencia y la expresión de cómo nos sentimos a través de las palabras puede facilitar generaciones más asertivas y con un mayor autoconocimiento de sí mismos.

Con la ayuda de las generaciones actuales, podemos enseñar a los más jóvenes a conocer mejor sus emociones, a vivirlas de forma adaptada a cada situación, ajustadas a cada momento y a sus impresiones personales.

Nos permite cambiar los códigos bajo los cuáles nos relacionamos, buscando maneras de seguir en contacto y de demostrarnos afecto. Facilita que podamos reordenar nuestro presente y recalibrar nuestros valores y objetivos. Implica facilitar que las generaciones próximas sean más flexibles y adaptadas, con capacidad psicológica, social y personal, para afrontar las adversidades y los cambios repentinos.

Esto pone de relieve la importancia de la salud mental. Sin un buen apoyo psicológico, sin la ayuda adecuada, las consecuencias individuales de la pandemia y salud mental (y a la larga sociales) podrían tener consecuencias muy negativas en la forma en la que las personas vivimos las relaciones, generando conflictos interpersonales y una mayor dificultad para reconocer nuestras emociones y las de los demás.

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