¿Cómo dejar de darle vueltas a la cabeza? La defusión cognitiva
Publicado el 27 julio 2023 - Sin categoría
Las redes sociales están llenas de memes sobre cómo nuestro cerebro nos manda cosas en los peores momentos: cuando estamos a punto de dormirnos, en el metro, cuando queremos descansar…
Uno de los motivos más habituales por los que la gente hace terapia es para dejar de darle vueltas a la cabeza, para controlar lo que piensan, para dejar de pensar cosas molestas, incómodas o desagradables.
En algún momento de nuestras vidas hemos podido experimentar cómo era imposible dejar de pensar esa cosa horrible que se nos ocurrió el otro día y que nos agobia pensar o nos hace sentir culpables, mal, etc..
Eso es lo que comúnmente denominamos darle vueltas a cabeza.
Darle vueltas a la cabeza
Darle vueltas a cosas en la cabeza es muy humano. Pensar, razonar, reflexionar…son cosas que nos caracterizan como especie. Así que es tremendamente normal que a veces le demos vueltas a cosas en la cabeza. Sin embargo, en Psicopatología llamamos obsesión a aquellas imágenes, pensamientos o sensaciones que aparecen de forma intrusiva e incontrolable y que generan un gran malestar.
Obsesionarse y darle vueltas a la cabeza a algo tienen en su origen el mismo proceso: las personas no estamos diseñadas para olvidar a voluntad.
Párate un momento a pensar en cómo estudiabas (o estudias si estás ahora mismo sacándote algún curso o preparándote para un examen). O simplemente pregúntate qué sueles hacer cuando no quieres que algo se te olvide.
Lo repites. Constantemente. Una y otra vez. Lo mantienes atentamente y de forma activa en tu memoria operativa. Por lo tanto, todo aquello que nos repetimos sin cesar y que da vueltas a la cabeza es más probable que se recuerde mucho mejor que aquello que dejamos pasar.
Es decir, que cuando nos ponemos a darle vueltas a la cabeza a algo para solucionarlo, dejar de pensarlo, suprimirlo u olvidarlo lo que estamos haciendo es estudiarlo, fijarlo, retenerlo, memorizarlo.
Imagina que estás delante de una de esas barras de comida que funcionan como una cinta transportadora. Los platos van pasando y elegimos aquellos que más nos puedan apetecer o que mejor pinta puedan tener. O quizás los vamos cogiendo todos por si acaso dejan de pasar.
Ahora, pongámonos en la piel del chef que está preparando esos platos. Cada cierto tiempo, se fija en qué platos vuelven siempre sin ser consumidos y cuáles se consumen siempre. Quizás se plantee que es una pérdida de tiempo e ingredientes seguir cocinando platos que nadie se come. De esta forma, el chef intentará adecuarse a los gustos de sus consumidores, cocinando los platos que más se consumen y dejando de cocinar aquellos que nadie se come.
Volvamos ahora a la barra, a los platos que van saliendo. Imaginemos que cada plato que cocina el chef es un pensamiento que tenemos, de esos que no nos gustaría pensar. Cada vez que pasa por delante nuestro lo sacamos de la cinta, nos lo ponemos delante y nos lo comemos.
De esta forma, estamos indicando al chef que esos son los platos que queremos que nos cocine. Le estamos indicando a nuestro cerebro que ese es el tipo de comida desagradable que nos tiene que cocinar.
Por supuesto, no hacemos esto de forma consciente. Lo hacemos así porque así es como se supone que debe de hacerse. Mientras nadie nos diga lo contrario, así es cómo se piensa.
Y cuándo alguien nos dice que dejemos de darle vueltas a la cabeza casi parece un reproche más que una ayuda. Es más fácil decirlo que hacerlo.
La defusión cognitiva o cómo evitar darle vueltas a la cabeza
Desde las terapias de tercera generación se acuñó el concepto de defusión cognitiva para hacer referencia al proceso a través del cuál los seres humanos dejamos de darle vueltas a la cabeza.
Es un proceso que tiene que ver con el bufet del que hablábamos antes: cuando a mí me han dicho que mi única fuente de alimentación proviene de ese bufet, es mucho más probable que me coma casi todo lo que me mandan, por si acaso. Este sería el equivalente a considerar que todas las cosas que pensamos y sentimos son dignas de atención porque provienen de nuestro interior, representan quiénes somos en realidad.
En definitiva, cuánto más luchamos por suprimir aquello que da vueltas en la cabeza, que pensamos más le indicamos a nuestro cerebro que debemos recordarlo, que forma parte de nosotros, que es indispensable para nuestra vida.
La defusión cognitiva consiste en observar nuestros pensamientos y emociones como los platos de ese bufet, escogiendo aquellos que nos importen o nos resulten interesantes. Implica tomar distancia y entender que lo que somos no está representado en lo que pensamos o sentimos, si no en aquello que hacemos.
Por supuesto, la defusión es algo que hay que entrenar y forma parte de una serie de procesos que nos permiten vivir nuestra vida de forma libre y escogida y que es necesario realizar con la supervisión de un psicólogo.
Si estás sufriendo porque un pensamiento te atormenta o no puedes dejar de darle vueltas a la cabeza, acudir a terapia puede ser justo lo que necesitas.
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