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Expectativas vitales ¿metas o piedras en el camino?

Publicado el 27 febrero 2025 - Sin categoría

que son las expectativas vitales

Las expectativas vitales son una parte intrínseca de la experiencia humana. A lo largo de nuestra vida, aprendemos a imaginar el futuro, construir metas y proyectar nuestras esperanzas en diversas áreas: relaciones, carrera profesional, salud y logros personales, entre otras. Estas expectativas funcionan como una brújula que nos orienta y motiva, aunque también pueden convertirse en una fuente de frustración, estrés o insatisfacción cuando la realidad no se ajusta a lo que esperábamos.

Es crucial explorar el papel que las expectativas juegan en nuestra vida diaria, comprender cómo afectan nuestra calidad de vida y aprender a gestionarlas de manera flexible para que actúen como un mapa y no como un lastre.

Cuando hablamos de expectativas vitales nos referimos a las ideas que tenemos sobre cómo debería ser el resto de nuestra vida. Estas abarcan aspectos como nuestras relaciones, trayectoria profesional, bienestar físico y emocional, y objetivos generales. Las fuentes de estas expectativas incluyen:

  • Culturales: Normas sociales sobre lo que se considera «éxito» o «fracaso».
  • Del entorno: Mensajes recibidos en nuestro entorno sobre lo que «deberíamos» lograr o lo que está valorado.
  • Personales: Aspiraciones y metas propias basadas en nuestros valores.

Llamamos valores a los principios que nos guían y motivan a lo largo de la vida. Son aquellos que marca lo que es significativo y lo que consideramos realmente importante. 

Los valores son personales y pueden cambiar con el tiempo y nos orientan sobre cómo queremos interactuar con el mundo, con la gente a nuestro alrededor y con nosotros mismos.

En esencia, las expectativas buscan dar forma a la incertidumbre que nos da el futuro, lo incierto o lo desconocido, ofreciendo estructura y propósito. Sin embargo, también pueden convertirse en una carga cuando no se gestionan adecuadamente.

El cumplimiento de expectativas refuerza la percepción de control, aumentando nuestra satisfacción. Por el contrario, su incumplimiento puede generar frustración, desánimo y una insatisfacción generalizada. La clave para el bienestar emocional radica en establecer expectativas flexibles y realistas, valorar el proceso en lugar del resultado, y buscar apoyo cuando sea necesario.

Cuando se cumplen:

  • Aumentan la percepción de logro: avanzar hacia nuestras expectativas nos hace sentir que caminamos en la dirección correcta, incrementando la satisfacción con nuestra vida.
  • Fortalecen la autoconfianza: Ver que estamos llegando hacia donde queríamos llegar nos hace sentir capaces, facilitando la asunción de nuevos retos y preparándonos para posibles fracasos.
  • Mejoran la estabilidad emocional: Lograr expectativas genera emociones agradables como alegría, orgullo y gratitud.

Cuando no se cumplen:

Las expectativas también pueden volverse un arma de doble filo, especialmente si son poco realistas o excesivamente rígidas. Algunas consecuencias incluyen:

  • Frustración y desmotivación: La no consecución de metas puede desmotivar y generar un estancamiento personal o profesional.
  • Deterioro de la autoestima: Incumplir expectativas vinculadas a nuestra a la percepción que tenemos de nosotros mismos puede generar autocrítica y falta de confianza.
  • Ansiedad y estrés: Las expectativas incumplidas producen una sensación de desborde, especialmente en áreas importantes como el trabajo, las relaciones o los estudios.
  • Impacto en la satisfacción vital: Poner demasiado énfasis en los resultados externos en lugar de valorar el esfuerzo y el aprendizaje del proceso puede llevar a una percepción negativa de nuestra vida.
  • Emociones desagradables: Tristeza, decepción y culpa suelen surgir cuando no se alcanzan las expectativas.
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  • Expectativas realistas: son ideas flexibles y que se basan en una comprensión clara de nuestras capacidades, limitaciones y del contexto.
  • Expectativas poco realistas: Se basan en ideas perfeccionistas o comparaciones externas, como creer que debemos tener éxito en todo lo que hacemos o nunca cometer errores.

Es usual que el contexto en el que vivimos cree unas expectativas sobre nosotros que puede estar desajustada de nuestra propia vida. A veces incluso adquirimos ciertas expectativas que hacemos nuestras, respondiendo a la pregunta ¿Qué espera la sociedad de mí? Antes que a la pregunta ¿Qué espero yo de mi vida? Por eso a veces nuestras expectativas no están relacionadas con nuestros propios valores, por lo que es importante tener en cuenta cuáles son nuestras metas y objetivos y así, desarrollar nuestras expectativas en base a estos y no a lo que se nos propone desde el exterior.

  1. Generan un miedo constante al fracaso.
  2. Impiden disfrutar del presente al centrarnos en lo que falta.
  3. Pueden causar conflictos o desilusión en nuestras relaciones.
  4. Si son persistentes, pueden afectar nuestro estado de ánimo.

Las expectativas no se cumplen: ¿cómo hace que yo me sienta?

La frustración aparece cuando percibimos un obstáculo entre nosotros y nuestras metas. La frustración es una emoción más, que surge cuando nos estamos enfrentando a un obstáculo y sentimos que no tenemos herramientas suficientes para sortearlo.

Si no se procesa adecuadamente, puede derivar en:

  • Resentimiento: Culpar a factores externos por nuestras circunstancias.
  • Culpa: Responsabilizarnos excesivamente por los resultados.
  • Desesperanza: Sentir que nuestros esfuerzos nunca darán frutos.
  • Rigidez emocional: La rigidez emocional surge cuando evitamos enfrentar emociones desagradables, en este caso, relacionando nuestra situación con el fracaso. Esto puede desconectarnos de nuestras metas reales. Por ejemplo, tras no conseguir un ascenso, una persona podría evitar nuevas oportunidades por miedo a fracasar.

Gestionar las expectativas implica desarrollar una relación más flexible con ellas. Algunas estrategias incluyen:

Practicar la aceptación

Aceptar no significa resignarse, sino reconocer que la vida incluye tanto momentos satisfactorios como dolorosos. Esto nos permite experimentar emociones sin juzgarlas ni evitarlas.

Practicar la aceptación ante la frustración pasa por permitirnos que esa emoción exista sin juzgarla, reconociendo que forma parte de las situaciones vitales que tenemos que vivir y que formará parte de nuestra experiencia.

Para saber más sobre lo que llamamos en terapia aceptación, puedes leer esta entrada en nuestro blog Cuando en terapia hablamos de aceptación

Identificar y conectar con los valores personales

Nuestros valores actúan como brújulas que guían nuestras acciones, incluso en circunstancias difíciles, por eso es importante identificar cuáles son los principios que guían nuestra vida y hacen significativas ciertas cosas que nos pasan.

Reformular las expectativas

Revisarlas para que sean más flexibles y realistas, considerando nuestra situación actual, herramientas disponibles y posibles obstáculos.

Para afrontar expectativas realistas debemos tener en cuenta cuáles son los pequeños pasos que debemos dar para cumplir con nuestros propios objetivos.

Lo haremos teniendo en cuenta cuál es nuestra situación actual, cuáles son nuestras herramientas para conseguirlas y también cuáles son los obstáculos que deberemos sortear. Sin perder de vista que nuestro objetivo no se acerca a cumplir metas específicas, sino que nuestras acciones en conjunto nos acerquen a nuestros propios valores.

Cultivar la autocompasión

Tratarse con amabilidad, reconociendo que todos cometemos errores y enfrentamos dificultades, teniendo plena consciencia en que estamos expuestos a equivocarnos y que eso es algo natural.

Para saber más sobre autocompasión puedes leer esta entrada en nuestro blog Autocompasión no es autoindulgencia

Aceptar el aprendizaje como parte del proceso

En lugar de centrar toda la energía en el resultado, es útil valorar el crecimiento personal que se produce al intentar alcanzar nuestras metas, incluso si estas no se cumplen por completo.

Red de apoyo emocional

compartir nuestras experiencias con personas de nuestro entorno cercano, nos puede ayudar a procesar emociones desagradables y fomentar una visión más realista y equilibrada de la situación y de nosotros mismo.

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Nuestras expectativas no nacen de la nada, sino que están súper marcadas por el entorno en el que crecemos. La cultura, lo que nos enseñan en casa y lo que espera la sociedad influyen muchísimo en cómo nos vemos a nosotros mismos y en lo que creemos que deberíamos lograr.

Por ejemplo, si vives en un lugar donde lo más importante es ser exitoso y ganar dinero, es fácil que sientas presión por tener un súper trabajo o por ser reconocido, aunque eso te agote y te haga sentir vacío. En cambio, en culturas donde lo esencial son las relaciones y la comunidad, las expectativas giran más en torno a cuidar los vínculos con los demás.

Darse cuenta de esto ayuda a preguntarnos si lo que queremos de verdad nos hace felices o si solo estamos siguiendo lo que nos han dicho que deberíamos hacer.

Expectativas en diferentes etapas de la vida

Las expectativas también varían según la etapa de la vida en la que nos encontremos:

  1. Infancia y adolescencia: Durante estas etapas, las expectativas suelen estar influidas por los padres, educadores y el entorno. Muchas veces se centran en el desarrollo académico, habilidades sociales y deportes.

Por ejemplo, a veces creamos en los niños la expectativa de ser grandes deportistas, y creamos la idea en ellos de que deben serlo a lo largo de la vida.

  1. Edad adulta temprana: En esta etapa, las expectativas suelen girar en torno a elegir una carrera, formar relaciones significativas y alcanzar la independencia económica.

Por ejemplo, existe la expectativa de ir a la universidad cuando se tiene una edad determinada. A veces sin tener en cuenta si la carrera profesional de una persona en cuestión está relacionada con los estudios universitarios o con otro tipo de preparación.

  1. Edad adulta media: Las personas en esta etapa pueden tener expectativas relacionadas con consolidar una carrera, tener familia o encontrar un equilibrio entre vida personal y profesional.

Por ejemplo, cuando llevamos una cantidad considerable de años en el trabajo, creemos que tenemos que ascender a un puesto más alto.

  1. Vejez: Las expectativas pueden enfocarse en mantener la salud, disfrutar de la jubilación y cultivar relaciones familiares y amistades.

Por ejemplo: cuando pensamos en nuestra jubilación pensamos en un tipo de vida determinada, con una compañía determinada.

En cada etapa, es crucial reevaluar nuestras expectativas para adaptarlas a los cambios en nuestras prioridades, habilidades y circunstancias y sobre todo a nuestros propios valores.

Las redes sociales han amplificado las comparaciones sociales, haciendo que muchas personas establezcan expectativas basadas en las vidas aparentemente perfectas que ven online. Esto puede distorsionar la percepción de la realidad y aumentar la presión por cumplir con ideales poco realistas. Por otro lado, las redes sociales nos exponen a juicios y comentarios múltiples personas, que pueden hacer que nos cuestionemos si preferimos cumplir nuestras propias expectativas o, por el contrario, preferir cumplir con lo que la sociedad espera de nosotros.

Combatir este efecto requiere desarrollar una mentalidad crítica frente a lo que consumimos en las redes y recordar que muchas publicaciones solo muestran los aspectos más positivos de la vida de las personas y que en realidad la sensación de fracaso sobre las expectativas, es generalizada.

Cuidando un jardín

Imagina que has elegido un terreno en el que te gustaría crear un jardín. Has preparado el suelo, has sembrado las semillas y estás esperando con paciencia a que broten. Mientras tanto, observas otro terreno al otro lado de la calle que te parece igualmente atractivo, o incluso mejor. Entonces, decides arrancar las plantas y mudarte al nuevo lugar. Pero, justo cuando empiezas a pensar que allí podría ser el sitio perfecto, descubres otro lugar aún más prometedor. Los valores en tu vida funcionan de manera similar a este jardín. Algunas metas y aspiraciones pueden dar frutos rápidamente, pero otras requieren tiempo, esfuerzo y dedicación.

La pregunta clave es: “¿Quieres que tu vida sea un cultivo rápido y superficial, o prefieres invertir en algo más profundo y duradero?” Al igual que en el jardín, no puedes saber con certeza cómo crecerán las semillas si no te comprometes a cuidarlas y a nutrirlas de manera constante. Si te dedicas a arrancar las plantas cada vez que algo no sale según lo planeado, nunca podrás ver el potencial de lo que has sembrado.

Por otro lado, si decides quedarte en un lugar y comprometerte con ello, empezarás a notar sus imperfecciones. Tal vez el suelo no es tan fértil como pensabas, o quizás el agua está lejos y tienes que hacer un esfuerzo extra para conseguirla. Algunas semillas tardan en brotar y los resultados parecen lejanos. En esos momentos, tu mente te susurra pensamientos como: «Debería haber elegido otro lugar», «Esto no va a funcionar», o «¿Qué sentido tiene seguir aquí?». Estos pensamientos, aunque naturales, no definen tu camino.

Elegir un lugar y seguir adelante con tu jardín te permite continuar trabajando en él, regando, cavando y manteniéndolo vivo, incluso cuando surgen esos pensamientos desalentadores. Estás tomando decisiones alineadas con tus valores, no solo por las recompensas inmediatas, sino por lo que deseas construir a largo plazo. En la vida, igual que en el jardín, el compromiso con tus valores te permitirá cultivar un terreno lleno de significado y satisfacción, independientemente de los desafíos que enfrentes.

En definitiva, podemos aceptar las dificultades sin dejar que estas nos alejen de lo que más valoramos. Invitándonos a avanzar, aunque el camino no será siempre fácil y las flores no salgan cómo habíamos previsto.

Las expectativas vitales, aunque son esenciales para dar dirección y significado a nuestras vidas, también pueden ser fuentes de frustración si no se gestionan con cuidado. Reconocer la importancia de establecer expectativas flexibles y realistas, conectarlas con nuestros valores y aprender a manejar las emociones que surgen cuando no se cumplen son pasos fundamentales para una vida más plena y satisfactoria.

Aprender a valorar el camino en lugar del destino final nos permite vivir con mayor autenticidad, disfrutar del presente y enfrentarnos al futuro con mayor optimismo.

Si sientes que tus expectativas vitales son una fuente de frustración y desanimo no dudes en buscar ayuda de un especialista Pincha aquí para contactar con nosotros.

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